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Editorial | Letra Gráfica |
ISBN/ASIN | 9789945410860 |
Páginas | 255 |
Encuadernación | Tapa blanda |
Tamaño | 5.5x8 pulgadas (Media carta) |
Un día 14 de octubre del 1938 en la calle Juan Isidro Pérez, detrás de la iglesia de San Miguel, nació un niño de ocho libras y seis onzas, muy gordito y gritón desde que vio la luz por primera vez, de tal forma que su padre exclamo: «¡Según decía mi madre, este niño va a ser un imitador cuando sea grande ya que está imitando a Eduardo Brito!». Ese niño al cual le pusieron el nombre de Marcos Antonio, era fruto de la unión de don Eduardo Charles y doña Rosa Santana. Don Eduardo, un buen conocedor de la literatura e historia romana, reconocía a sus hijos varones con el nombre de un emperador romano con la creencia de que en un futuro sus hijos serían líderes y triunfadores. Cuando yo tenía dos años de edad mis padres se mudaron a Villa Francisca, que se había formado a principios de siglo XX cuando Juan Alejandro Ibarra parceló las tierras al norte de la calle Capotillo (hoy avenida Mella) para venta de solares.
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